Entrevista al actor: Fernando Canek
¿Cómo podrías describir tu infancia?
Es raro, no sé si la respuesta sea que ‘nunca la tuve’ ó que ‘la sigo viviendo’. Hay quienes padecen el síndrome de Peter Pan y no quieren crecer. A mi me tocó el del Capitán Garfio, y soy un anciano prematuro.
Fui un niño precoz, interesado en el mundo de los adultos y vinculado al de los niños solamente por las caricaturas y los juguetes. Sedentario, inactivo. Odiaba (y sigo odiando) los deportes. En constante introspección, analizando y observando todo lo que me causara interés. Enfocado siempre, y rara vez disperso. Tampoco fui un prodigio – ‘niño genio’ – ni mucho menos… pero sí perceptivo y sensible. Digamos que “normal” no era. Vivía (y sigo viviendo) en el universo abstracto de mi cabeza.
Desde muy pequeño hablaba sobre política y hacía mis propios cartones satíricos, jugaba a las cartas con los amigos de mi madre. Debatía, sin tapujos. Nunca hice muchos amigos en la escuela, y de los que tuve, conservo pocos; aunque recuerdo a todos los que me han concedido su amistad a lo largo de los años con un profundo afecto, y por fortuna tengo muy buena memoria.
¿Qué estudiaste en la universidad? Nada. Soy prófugo de la educación superior; por lo menos en su concepción moderna. Prefiero una educación mucho más especializada: la que se obtiene por medio de la praxis, con la premura y responsabilidad de dar resultados profesionales. Soy Platónico, en ese sentido: prefiero el trabajo cercano, uno a uno con un maestro que admire. Me opongo rotundamente a creer que la educación institucionalizada sea una panacea, y me aterra sacrificar más tiempo de mi vida – que el que ya sacrifiqué – en una universidad que me dará un diploma de aval, pero no me garantizará trabajo, ni estar realmente preparado para enfrentar el mundo laboral. La profesionalización implica saber lo que se está haciendo, de la manera óptima, consiguiendo los mejores resultados. Hay más de un camino para llegar a Roma, si se trabaja lo suficiente. Y fuera de las expectativas sociales, el camino es un poco más complicado.
Ahora bien, soy un ávido aprendiz de todo; un autodidacta empedernido, y me encanta enfrentarme a nuevas ideas que me amplíen el panorama, y me confronten. Me gusta aprender, sobre todo, de los que hacen bien las cosas. De los que diseñan sistemas, entienden el propósito de sus actividades, y buscan un enfoque holístico.
¿A qué edad descubres que actuar es tu vocación?
Concientemente, a los 6 años en una pastorela para niños. Me dieron el papel de un diablito tonto que asistía al Demonio Mayor. Ahí me di cuenta que no sólo iba a ser actor, si no comediante – y de la vieja guardia – porque empecé a salirme del texto a meter ‘morcillas’ [así llamamos en México a los chistes añadidos por los actores] que iban con la obra. Hicieron reír mucho al público y a nuestra maestra/directora… y no me regañaron. [Inserte cara de niño vestido de diablito saliéndose con la suya, aquí]
Inconscientemente, tenía 2 – 3 años y empezaba a caminar, mi madre cuenta que durante una gira del show del Dr. Cándido Pérez, al terminar la función, después de las gracias y el cierre de telón, ella regresó tras bambalinas a buscarme. Me había dejado junto a mi nana en las entrepiernas, y de pronto, había desaparecido. Me buscaron por todo el escenario, hasta que una de las bailarinas me encontró en el proscenio, frente al telón de boca, bailando/rebotando al ritmo de la música de salida del show. A mi madre le gusta aderezar la historia diciendo que varias personas del público que salían de la sala, regresaron a ver al bebé bailar. Creo que fue ahí donde aprendí, por vez primera, a robar el foco de atención.
¿Qué opinión tuvo tu familia al respecto?
Por un lado los llena de orgullo que yo sigua sus pasos; aman su profesión. Por otro, y como a cualquier padre, les preocupaba que encontrara un lugar en ella y un modus vivendi; creo que voy por buen camino. Ambos me han dado todo su apoyo en mis decisiones profesionales. Espero estar tomando esta carrera con suficiente respeto y seriedad, y continuar haciéndolos sentir orgullosos de mi, como me han expresado muchas veces. Soy muy afortunado de tener los padres que tengo.
Familia
Mi padre (Fernando Luján) y mi madre (Lupe Vázquez), como mencioné anteriormente, son actores. Muchos de mis hermanos, hijos de mi padre solamente, se han dedicado a esto: Cassandra, Vanessa, Fernando, Valeria y próximamente Franco Paolo, el más pequeño. También primos y sobrinos. Casi toda la familia Ciangherotti. Somos como los 101 Dálmatas. Mi hermano Carlos Balam, hijo de mi madre, es concertista (piano) y director musical.
¿Cómo se dan las oportunidades de ingresar a la escuela/cursos de actuación?
Pagando. Las audiciones de ingreso son cada vez más flexibles, y los cursos proliferan. Veo con cierta preocupación el número de egresados, y la proporción inversa de fuentes de empleo.
¿Cómo llega la oportunidad de incursionar en actuación ya de manera profesional?
Mi primer acercamiento al teatro profesional fue con Héctor Ortega en una obra de teatro itinerante llamada “¡Viva Pedro Renovador!” Hacia un personaje de policía y la mitad trasera de una botarga de burro, que defecaba frente a la estatua del prócer del pueblo. Dos años más tarde, justo después de terminar la preparatoria, acompañé a mi madre a casa de Miguel Sabido a una lectura de “El Avaro” de Molière que protagonizaba Rafael Inclán. Me alejé del salón de lectura, porque sólo iba de “música y acompañamiento” y me puse a leer las placas de teatro que colgaban en el pasillo. Sabido me abordó y me dijo, “¿Qué haces aquí?”, y me llevó a la mesa de lectura. Al terminar, me llevó a un lado y me dijo que me estaba pensando para interpretar al Cleanto, pero lo tenía que consultar con Inclán y el Maestro José Solé (director de la puesta.) Para mi fortuna, ambos accedieron a darme esa oportunidad, y fue mi primer temporada de teatro: 140 funciones. Son experiencias imborrables, y por las que siempre estaré agradecido.
Teatro
Mucho. El teatro es mi casa. Pienso hacer teatro toda mi vida: actuando, escribiendo y dirigiendo. No hay nada como el contacto directo con el público. He participado en obras como “El Avaro”, “Son Pocos y Se Hacen Bolas”, “La Güera Rodríguez”, “La Revolución Permanente”, “AMORatados”, “El Tiempo Se Detiene” y recientemente “El Globo Flotando”, por mencionar algunas.
¿Has participado en televisión?
Poco, pero lo he disfrutado enormemente. He participado en programas unitarios en T.V. Azteca y como asistente de dirección (y al final director) de la segunda temporada de “María de Todos los Ángeles” en Televisa. Mi afán es crear y actuar en series y programas de comedia, pero aparentemente no son productos que las televisoras estén buscando generar hoy día.
¿Has participado en cine?
Sólo cortometrajes. El cine me elude por el momento, pero espero, en un futuro cercano, hacer varios largometraje.
¿Has trabajado de modelo?
Nunca. Me lo han ofrecido, pero no me considero material para modelo.
¿Cómo actor o modelo has realizado algún desnudo artístico o realizarías alguno?
Hasta la fecha no. No sé si lo haría. Dependerá de la naturaleza del proyecto y el propósito del desnudo (y del presupuesto, claro está). Hasta ahora he encontrado otras formas de hacer reír al público, pero no descarto el desnudo como recurso.
¿Qué te ha impulsado a dedicarte a esta profesión?
El amor y la pasión que le profeso. No tengo otro propósito de vida, ni concibo dedicarme a otra cosa. Ya tuve un puesto de administración, un puesto de oficina y me di cuenta que no era para mi. En algún momento pasó por mi cabeza convertirme en político, pero tengo ‘conciencia’, ‘valores’ y ‘amor propio’ y eso genera un conflicto de intereses muy grande.
A través de esta profesión entiendes muchas cosas fantásticas y maravillosas sobre la existencia y el ser humano. No sólo contamos historias por contarlas; su propósito nos trasciende.
¿Te identificas con algún personaje de los que has interpretado?
Con todos. Los actores tenemos que volvernos monstruos empáticos; entender la psique humana con el más amplio rango emocional. Es imposible no encontrar una forma de conectar con un personaje. De no poder hacerlo, lo más probable es que el texto a realizar esté mal escrito.
Talento o esfuerzo. ¿Qué consideras que tiene más importancia?
Ambas, en distinta proporción. En las palabras de Shakespeare, “Algunos nacen grandes, otros alcanzan la grandeza, y a otros la grandeza les es impuesta” y en paráfrasis mía, “algunos nacen grandes, otros alcanzan la grandeza y algunos pocos la tienen grande.”
Cada historia es distinta, y nunca desdeñable. Esta es una profesión muy noble; si tu trabajo es digno de verse, y tu talento te separa del resto, el público te da la oportunidad de continuar creando.
¿Qué es lo más complejo y qué lo más placentero de tu carrera?
Hasta que una carrera no despega y te haces de un nombre, hilar un trabajo tras otro toma tiempo. El inicio requiere de paciencia y perseverancia, y eso lo hace complicado.
Lo más placentero es crear algo que le signifique a los demás. Es una profesión que aparenta ser egoísta y un tanto narcisista, pues el reconocimiento y la popularidad son espejismos tentadores. Pero, para mi es contar historias que valen la pena ser contadas. Que nos ayuden a sobrellevar y comprender un poquito más nuestro paso por el planeta.
Siempre existe ese alguien que nos inspira, que nos empuja a recorrer un trecho. ¿A quién o a quiénes admiras en tu profesión?
Admiro a una infinidad de actores, directores, escenógrafos, escritores, iluminadores, compositores. Mi lista crece conforme conozco gente nueva, personal e impersonalmente hablando. Nacionales e internacionales (me confieso un tanto más crítico de mi país, cabe resaltar.)
Pero, cada vez admiro más a toda la gente detrás del telón ó detrás de la cámara que rara vez recibe el reconocimiento y aplauso que se merece. Son muchísimas personas que hacen que los proyectos cobren vida, y se llevan cargas de trabajo muy pesadas. Gente en producción, administración, staff técnico. Me quito el sombrero ante ellos.
¿Cuál ha sido el papel que más has disfrutado y por qué?
Todos. Si no me gusta el personaje, no tomo el proyecto. Cada uno me ha dejado algo importante. Y espero con ansias la llegada de los siguientes a encarnar.
En las obras de teatro, como espectáculo en directo, se provocan en muchas ocasiones anécdotas curiosas. ¿Nos recuerdas alguna?
Durante una función del “El Avaro”, en medio del teatro, una señora se sentó en el pasillo con su bebé y le empezó a cambiar el pañal. Todos los que estábamos en escena la podíamos ver, y nos dejó impactados. Eso le dio otro sentido a la frase “Mucha mierda.”
¿Cómo te visualizas en el futuro?
Sin un minuto para respirar. Terminando libretos a deshoras, preparando dos ó tres personajes al mismo tiempo, y ayudando a construir una mejor industria del entretenimiento en mi país. Pero, sobre todo, haciendo reír. Soy serio y solemne la mayor parte del tiempo, la risa de los demás me recuerda que estoy vivo.
¿Qué consejos darías a los lectores de esta revista, personas que luchan por materializar sus sueños?
Que los persigan, definitivamente; soñando con alcanzar las estrellas, pero manteniendo los pies en la tierra. Si se tiene talento, hay que nutrirlo. Si se diseñan metas, hay que trabajar para hacerlas realidad. Nada viene gratuitamente.
El mejor consejo que les puedo dar es que se sigan reinventando. No se tomen demasiado en serio, y busquen, cada día que pasa, crear una mejor versión de sí mismos. Y que no le tengan miedo al fracaso. El fracaso es necesario, porque solo así podemos saber que constituye el éxito.
¿Y que personaje te resulto más complicado de construir?
Todos tienen su reto, pero ninguno me ha sido complicado. Me apasiona crearlos sobre lo que los escritores ya construyeron. Podría decirse que lo complicado ya está resuelto cuando llega a manos del actor.
Se dice que quien no ha hecho teatro no es actor.
Aunque me odien algunos compañeros, suscribo. La televisión y el cine cultivan otras habilidades en los actores, pero el teatro es la prueba fehaciente de la calidad de tu trabajo. Sí el público está dispuesto a pagar un boleto por verte sobre un escenario, entonces puedes usar la etiqueta de actor con orgullo.
¿Puedés reconocer técnicas o procedimientos escénicos a los que recurrís frecuentemente en tus obras?
Empiezas con un conglomerado de ejercicios y técnicas hasta que, con los años, desarrollas una propia. A mi me sirve crear frente al espejo. Soy el primer miembro de la audiencia en ver al personaje, y el más crítico de todos cuando lo veo reflejado. Si logro que me convenza, y que cobre vida por sí mismo, sé que está listo para presentarse ante el público.
¿Te importaría alterar tu aspecto por exigencias del guión como engordar, o un cambio de look extremo?
Al contrario, me encantaría hacerlo con más frecuencia. Caracterizaciones completas; buscar transformarme y lograr ser irreconocible de un personaje a otro. Creo que es la esencia de este juego. Pero es difícil, si no es un proyecto propio. A los productores los inseguriza ó les parece un gasto innecesario.
¿Qué es el talento para ti?
La facilidad para ejecutar. Hay personas que nacen con talento, otras que lo desarrollan y muchas a las que les elude y aún así subsisten. El talento es pieza fundamental, pero no lo es todo. Como dije anteriormente, el trabajo también cuenta, y mucho.
La frase que nunca falta: ¿En una novela? “Ella es tu madre.”
Las mejores telenovelas son… las que no se hacen.
Proyectos a futuro, corto, mediano y largo plazo…
Varios. La mayoría en teatro.
A corto plazo, las reposiciones de “De Príncipes, Princesas y Otros Bichos” (monólogo genial de Paola Izquierdo, que tuve la fortuna de ser invitado a re-dirigir), “El Globo Flotando” (como actor) y “El Efecto Kuleshov” (como escritor).
A mediano plazo, más teatro (obras cortas, ortodoxas y algunas muy largas a recortar), programas piloto para televisión (de los cuales no puedo hablar mucho hasta que se aprueben).
A largo plazo, continuar haciendo teatro, y de ser posible cada vez más y en todas las áreas que se puedan, pero también hacer algún proyecto de cine.
¿Cómo te defines en tu personalidad?
No me tomo muy en serio. Me gusta reírme de mi mismo. Se podría decir que soy un ‘sociópata altamente funcional’. Me gusta decir que soy un megalómano-nihilista-cínico-abúlico-narcisista-sociopático-humanista. Soy espontáneamente jovial, y frecuentemente aburrido.
¿Cómo defines tu carácter?
Afable y calmado. Pasivo-agresivo, ocasionalmente sarcástico y ocurrente (cuando entro en confianza). Es muy raro que llegue a perder la paciencia y explote… pero cabe la posibilidad.
¿Qué te molesta/enoja?
La falta de autoanálisis y pensamiento crítico en los seres humanos. El proceder doloso en contra de terceros. La violencia. La incomprensión del proceder ético. La ineptitud.
¿Qué te hace llorar?
En irónico contraste: Lo humano. Lo poético. Lo romántico. Lo idealista. Me conmueve ser parte de una especie tan frágil, tan contradictoria, y tan capaz de lograr lo imposible. Parafraseando a Carl Sagan: “ser parte de como el Cosmos se conoce a sí mismo.”
¿Qué tipo de lectura te gusta?
Me encanta leer, y en contrapunto, no soy un ávido lector. Tengo amigos que devoran libros, uno tras otro. Yo dejo que el libro adecuado llegue mis manos, a su debido tiempo: literatura dramática de toda índole, poesía, análisis político, ciencia, filosofía, ficción y el ocasional ‘best seller’. Como dije antes, contemplé ser político como segunda opción, y si algún día llegara, no quiero que el leer mucho me arruine la posibilidad de contender por la Presidencia de la República. [Inserte sonrisa sardónica aquí. Así es, este es un jab directo, a expensas Peña Nieto.]
Pasatiempo favorito
Escribir. ¿Escribir, qué? Palabras, palabras, palabras.
¿En que cree Fernando Canek?
En todo lo que tenga evidencia comprobable, y sustento científico. Trato de desapegarme de las creencias impuestas, de la fe, las tradiciones y protocolos sociales, la esperanza y el pensamiento mágico, sustentando mi visión del mundo y de la realidad con algo comprobable, que me trascienda. Es decir, que no dependa de que yo crea en ello para ser real; lo que quedará cuando yo ya no esté. Respeto los procesos de los demás, las creencias personales y entiendo la necesidad de creer sin cuestionar, pero por desgracia no las comparto. Y de ninguna manera lo hago con un “sentido de superioridad”. Son decisiones diferentes, y cada cabeza es el mundo que dicha cabeza concibe.
¿Quién es Fernando Canek?
Todavía no lo sé. Me sigo inventando.